jueves, 21 de enero de 2016

Los radioaficionados y su vocación de servicio:


Las antiguas emisoras eran estaciones de radio de baja potencia que tenían su área de cobertura en la zona mediata a su transmisión. No eran radios de gran alcance, pero  funcionaban en estudios domésticos, en casas, puestos o estancias; eran no comerciales y las operaban personas, cuya voz era comúnmente la de algún componente familiar. No tenían apoyos ni subsidios, no  cobraban por lo que difundían, aquellos operadores no vivían de esa actividad, por el contrario colaboraban con su propio dinero y esfuerzo para que continúe en el aire.  Varios radioaficionados dedicaron muchas horas de su vida a comunicarse a lugares muy alejados. Para un radioaficionado, su señal distintiva era más importante que su propio apellido. Contaba con antenas y demás dispositivos para su propia estación, y en situaciones de auxilio, la radio afición se convertía en un trascendental servicio de emergencia. Los avances tecnológicos han incorporado modos digitales, pero algunos opinan que las nuevas tecnologías no les han hecho sombra para nada. Dentro de la fonía tenían la amplitud modulada, la banda lateral y la frecuencia modulada. Una de las legendarias radioaficionadas es doña Amalia Robles de Ramos (Tata), que desarrolló durante varias décadas, este servicio tan importante desde su hogar, hacia muchos puntos lejanos de Santa Cruz. En 1982 durante la guerra de Malvinas, fue meritorio la tarea que desarrollaron desde su lugar de trabajo, manejando los equipos de radio los Sres. Mario Azcurra, Emilio Puttner, Héctor Espíndola, Juan C. Silva, etc., convocados por la entonces Secretaría de Comunicaciones, dejando de lado todas sus obligaciones.  Estuvieron junto a la radio día y noche en forma organizada, barriendo permanentemente las bandas en procura de alguna señal o mensaje de la fuerza de tareas colonialista en otra  palpable demostración de la importancia de los radioaficionados en esas circunstancias, al servicio de la Defensa Nacional. A pesar que ya han pasado tres décadas, es digno de difundir esa proeza y procurar que nunca se olvide esa gran entrega, la del servicio de radioaficionados, la primera red social que aún sobrevive en el tiempo. Mientras que en los años ‘60 y posterior, el Radio Club Deseado, realizaba los cursos de mono-operador y multi-operador, y de mono-banda y multi-banda, en distintos modos, y se dividían en categorías: novicio, intermedio, general y superior. En 1965 por ejemplo el presidente del Radio Club local era don Emilo Ibañez, y contaba con los siguientes asociados: Victoriana L. de Fischer, María R. de Ibáñez, Angelita G. de Piccininni, Domingo Marsicano, Carlos Fischer, Héctor Espíndola, Jesús Fernández, Juan O. Martinovic, Pedro M. García, y Severino González.





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